Tomado de diario EL DIA: https://www.eldiaonline.com/susana-baez-vi-jesus-salir-del-arbol-n281396
Es artista desde niña, aunque reconoce que «gracias a su madre comenzó a mostrar su trabajo». Un tronco de cuatro metros de altura, es la base de una obra que «regalará a toda la comunidad».
Por Mónica Farabello
Al sol y bajo la lluvia, Susana Báez talla desde hace más de un año a Jesús en un gran tronco de eucalipto colorado. Entre tablas, clavos y el sol fuerte de las siestas de primavera, la escultora comienza a contar cómo surgió la idea de empezar a tallar esta figura.
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En 2007, frente a la laguna del parque Unzué, Susana «vio a Jesús salir del árbol». Un tronco de más de 150 años de antigüedad, se convirtió en la materia prima de una artista local que planea regalar su arte a «todas las personas del mundo que quieran venir a conocerlo y pedirle que nos ayude».
«Era atardecer y venía por la arboleda que lleva a la laguna. A unos 50 metros, lo ví a Jesús saliendo del árbol. Estaba descalzo y vestido muy humildemente con una túnica de lienzo. Sus manos tenían el gesto de dar y recibir: con una mano hacia arriba y otra para abajo. Recuerdo que su mirada era muy tierna», relató Susana.
Sentada en su banquito y vestida con su ropa de trabajo, la escultora confiesa que a pesar de haber pasado el tiempo se le eriza la piel cada vez que lo recuerda.Ante la visión de Susana, había sucedido algo «bendito» como ella misma lo califica: «Me aproximé y cuando me enfrenté al árbol, ya no estaba, pero me quedó en la retina la imagen de Jesús y esa sensación de paz y humildad «.
Cuando compró una motosierra, su familia le preguntó para qué era y ella respondió: «Voy a sacar al hijo de Dios de adentro de un árbol, aunque me duelan los huesos».
Ese es el gran incentivo que tiene la artista para todos los días, y a pesar de algunos dolores en sus articulaciones, pasar horas de trabajo junto a su ayudante, Ezequiel.
Es la segunda de trece hermanos y aunque recuerda que «su época era mejor y más sana», también reconoce que «no fue fácil siendo quince personas a la mesa para comer, pensar en el arte».
La confianza de su madre fue trascendente en su niñez, ya que Susana pensaba que lo que hacía «eran adornitos para poner en la repisa». «Mi mamá me decía que eran cosas muy lindas las que yo hacía y que tenía que exponerlas, así que un día le di el gusto».
«Es Jesús, no es Cristo«
Con una personalidad fuerte, Susana se molesta cuando dicen que no es de Gualeguaychú porque ella «nació hace 69 años en esta ciudad» y cuando dicen «que está tallando un Cristo». «Es Jesús, no es Cristo. No es lo mismo ver a Cristo que está crucificado, que verlo a Jesús resucitado, vivo, para ayudarnos, para protegernos, para recibir a quien le quiera pedir algo y poder ayudarlo», reflexiona.
Susana es madre de dos hijos: Roberto y Nancy y además es abuela de dos jóvenes. Confiesa que no es «fanática religiosa», y tampoco es de ir «muy seguido a misa porque cada lugarcito es especial si tiene que ver con contactarse con Dios, sobre todo la naturaleza».
Con sus 69 años, la escultora de Gualeguaychú asegura que está «agradecida a Dios» y que todo lo que hace es «con todo el amor y con toda la fe» porque «este lugar fue elegido por Dios, por eso está bendito».
Hasta el momento, la «escultora de las cuevas» como ella se califica, ha logrado tallar la cara de Jesús. Aunque le falten los brazos, la vestimenta y los pies, Susana cuenta que «va disfrutando el proceso con mucha calma».
«En la cara tiene diez nudos y realmente fue difícil lograr una imagen tierna, pero siempre me guía él. Ahora estoy en unos días de receso porque quiero descansar un poco de tanta ansiedad. No sé cuándo voy a terminar porque eso depende mucho del clima, porque yo trabajo al aire libre y además, depende de mi salud», relató Susana.
«Estoy agradecida«
Desde el 2007 que Jesús «apareció en un árbol frente a la laguna del parque», Susana Báez pasó por muchas idas y vueltas hasta poder comenzar a dar los primeros pasos en su gran trabajo.Con mucha humildad expresa su agradecimiento a «toda la gente que colaboró, y con las personas de la Municipalidad que me cedieron el árbol».
«En 2008 me compré la primera motosierra que no me sirvió para nada, porque era como una afeitadora para semejante árbol», cuenta la escultora, que recuerda que «al árbol se lo cedieron en 2010.
Fui a ver al intendente Juan José Bahillo con una fotito del árbol y un bosquejo suave. Le hice un par de preguntas, y él me dijo que hable con Olga Lonardi de la dirección de Cultura para que me den todo lo que necesitaba para empezar a trabajar, así que estoy muy agradecida con su actitud».
Susana recuerda que se fue «muy emocionada», como si se «hubiera ganado la lotería, porque ya habían pasado unos años y quería empezar a tallar».Ella cuenta que el tiempo que pasó, no fue tiempo que ella dejó pasar, sino que «fue el tiempo que le dictó Jesús», porque en varias oportunidades ella se acercaba al árbol y sentía que no era el momento de empezar. Pero «esta primavera brotó con el hijo de Jesús, con sus ojitos abiertos y respirando en este lugar especial», por lo que Susana está más activa que nunca y a pesar de algunos dolores en sus brazos, está dispuesta a seguir hasta ver nuevamente al hijo de Dios saliendo del árbol.
Una niña artista
Las siestas de la infancia de Susana fueron los primeros momentos para que empiece a pulir su arte. «Cuando papá y mamá se dormían, yo me escapaba para hacer esculturas. Me iba a un basural que estaba cerca y juntaba vidrios, ramas, andaba como una vizcacha juntando todo», recuerda la escultora.» Las primeras cosas que hacía, eran unos perritos y cosas con el barro. Después empecé a trabajar en yeso, y con todas las cosas que iba juntando por ahí».
Los trece hermanos jugaban «a actuar». «Hacían de indios, de distintos personajes y debajo de la mesa era un escenario, y pasábamos el tiempo jugando así, sanamente», cuenta Susana. Pero ella prefería tallar las cortezas de los árboles. Recuerda que «los árboles del Club Juventud tenían una corteza blanda. Yo empecé a hacer mis primeras esculturas, con el cuchillo de la cocina. Me sentaba en el patio, al lado de un galponcito y me ponía a trabajar. También usaba unos destornilladores que encontré en casa: los afilaba bien y con eso me las ingeniaba».
El dinero era poco en la casa de Susana, pero siempre fue «una nena muy creativa», por lo que para «pulir o lijar, como no tenía plata para comprar una lija, lo hacía con pedazos de vidrio que juntaba en los basurales».
«La primera escultura que hice se llamaba `El huracán´ y era un relieve de un árbol inclinado y una choza de paja que estaban siendo volados por una fuerte ventolera\» recuerda Susana entre risas.
Ya abuela, Susana reflexiona y cuenta que su «familia se daba cuenta que era una artista. A mi papá le pedía que me traiga las bochas astilladas del club y cuando me las traía, yo las agarraba con los pies y con las manos empezaba a tallarlas con los destornilladores y dándole golpecitos con un martillo o con cualquier hierro, lo que encontrara».
«Dios pidió que su hijo esté en este lugar»
Conversadora y orgullosa de su trabajo, la escultora nacida en Gualeguaychú contó que «mucha gente le preguntó porqué no buscaba un árbol más blando para tallar y yo les respondía: `es simple, porque es en este árbol donde lo ví´.»Esto lo eligió Dios: él pidió que su hijo esté en este lugar\», expresó Susana con naturalidad, mientras mira su obra que es observada por todas las personas que pasean por la laguna del parque.
La artista de Gualeguaychú se considera «privilegiada por haber sido elegida por Dios«. «Me pregunto porqué no eligió a otra persona que tenga más fuerza, porque yo ya no tengo la misma fuerza que tenía antes, aunque estando acá no siento ningún dolor y me quita 20 años de encima», cuenta Susana con una sonrisa.
La naturaleza del parque Unzué es el marco de un trabajo artístico que está naciendo de las manos de Susana Báez. «Es un regalo que le voy a dejar a toda la comunidad, no sólo a la de Gualeguaychú, sino a toda la gente».
De Gualeguaychú a Massachusetts :
Cuando Susana era joven, «no miraba televisión porque no había en la casa\», pero le gustaba escuchar la radio. Comenzó a oír sobre John Kennedy y «empezó a admirarlo o a tener cierto cariño por su persona».La escultora «envió un busto del ex presidente de los EE.UU. John Fitzgerald Kennedy, tallado en madera de eucalipto». Fue enviado en el año 1963 y entregado a su esposa, Jacqueline Kennedy. «Este busto fue llevado al museo en Massachusetts en Boston» cuenta Susana, quien asegura guardar una carta de agradecimiento de la viuda.»